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De los retos diarios en la escuela dominical búlgara “Abagar” en Italia

Foto: Facebook / Escuela domincal Abagar

A finales de mayo, la Embajada de Bulgaria en Roma fue la amable anfitriona de la ceremonia de graduación en la Escuela Dominical “Abagar”. Allí estudian 93 niños de diferentes edades repartidos en 3 filiales. La filial más grande de la escuela, donde dan clases casi la mitad de los alumnos, está situada en un lugar muy cómodo en cuanto a accesibilidad de transporte, en la capital italiana. Las otras dos se encuentran en las localidades costeras cercanas de Nettuno y Ladispoli. Pasadas las celebraciones, vamos a  hablar un poco del día a día laboral en las escuelas dominicales búlgaras. 

Natalia Bosolova

“La mayor dificultad es que el búlgaro es una segunda lengua para casi todos los niños. En algunos casos es incluso su tercera lengua”, cuenta ante Radio Bulgaria Natalia Bosolova, directora de la escuela “Abagar”. “Suele ser así en los matrimonios mixtos. También hay padres que son de origen turco, pero que vivieron en Bulgaria e insisten en que sus hijos aprendan búlgaro. En estos casos el búlgaro se convierte en la tercera lengua”.

La necesidad de proporcionar unas instalaciones físicas, así como libros de texto para el aprendizaje del búlgaro como lengua extranjera, son algunas de las necesidades fundamentales de una escuela de este tipo, nos cuenta Natalia Bosolova, y precisa: “Existen libros de texto específicos para el aprendizaje del búlgaro como lengua extranjera pero estos no sirven al 100% para todos los niños. Por supuesto, el nivel de búlgaro en un primer curso de primaria puede ser bastante bueno para un niño, pero otro puede llegar sin saber nada de búlgaro, y esta es la mayor dificultad que tenemos. Y en la etapa de educación secundaria y de bachillerato, al adentrarnos en la historia y la geografía, entonces ya es muy, muy complicado”.


La directora encuentra una posible solución a este problema, al que se enfrentan algunos niños de las comunidades minoritarias de Bulgaria: la mejora de la metodología de enseñanza y en la cualificación adicional de los profesores de las escuelas dominicales.

“Aprendemos sobre la marcha. Ninguno de nosotros ha terminado aún la metodología de enseñanza del búlgaro como lengua extranjera. Todos nos hemos licenciado en filología búlgara, pedagogía preescolar y primaria, historia o geografía”, explica la profesora, cuya esperanza es que esta especialización se haga realidad.


Para Detelina Kírilova, profesora de búlgaro, la mayor dificultad radica en motivar a los padres. Como administradora y coordinadora de la escuela dominical “Abagar”, ella se esfuerza por unir a la comunidad de padres, niños y profesores, sin la cual la educación y la difusión de la cultura serían imposibles.


“Lo más difícil para nosotros es motivar a los padres para que lleven a sus hijos a nuestra escuela, y no porque no tengan respeto por la lengua o por su país, sino simplemente por el hecho de que estos niños tienen que ir a clase los sábados, después de cinco días de clases regulares y de actividades extraescolares en la escuela italiana. Por último, pero no menos importante, está el hecho de que no todos nuestros compatriotas se sienten lo suficientemente motivados para que sus hijos aprendan la lengua de su país de origen. Ya no importa mucho el diploma que obtengan. Este tiene valor únicamente si el niño acaba volviendo a Bulgaria, para que pueda incorporarse al sistema educativo búlgaro. Con los años, este motivo para que los niños estudien búlgaro ha dejado de tener peso, porque los que se quedaron (en Italia) están ya integrados y lo más probable es que muy pocos de ellos decidan volver a Bulgaria con sus familias”.


Para que las escuelas dominicales búlgaras no cierren sus puertas, “trabajamos con todo nuestro entusiasmo, con todas nuestras ganas y con amor por la patria”, comparte Detelina Kírilova.

“Trabajamos para que los niños no abandonen la escuela. Para ofrecerles una educación de tal manera que tengan ganas de ir a clase. Tratamos de implicar a los padres como nuestros socios en esta tarea, de modo que podamos reforzar esta pequeña comunidad escolar que hemos ido creando. Se trata de una fórmula eficaz ya probada, para la inclusión de los niños, y para conseguir que se queden. Y aparte de eso, algo de gran importancia es, por supuesto, el ofrecer una educación de calidad, es decir, que el idioma se enseñe y se aprenda de una manera seria, y con resultados duraderos”, añade Detelina Kírilova.



Autor: Ivo Ivanov

Traducción en español y publicación: Alena Markova

Fotos:  Facebook / Escuela búlgara dominical “Abagar”-Roma


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